DECLARACIÓN COMÚN
DEL PAPA JUAN PABLO II
Y DEL PATRIARCA ARMENIO ARAM I KESHISHIÁN
Roma, 25 de enero de 1997
Al término de su encuentro oficial, Su Santidad el Papa Juan Pablo II y Su Santidad Aram I, Catholicós de Cilicia, dan gracias a Dios porque les ha permitido profundizar su fraternidad espiritual en Jesucristo y su vocación pastoral y evangelizadora en el mundo. Ha sido una ocasión privilegiada para orar y reflexionar juntos, así como para renovar su compromiso y sus esfuerzos comunes en favor de la unidad cristiana.
El encuentro entre el Catholicós de la Gran Casa de Cilicia y el Papa de la Iglesia católica marca una etapa importante en sus relaciones. Estas relaciones, que se remontan a los comienzos del cristianismo en Armenia, han tenido una importancia particular desde el siglo XI hasta el XIV en Cilicia, y continuaron después del exilio de la sede del Catholicosado de Sis y su instalación, en 1930, en Antelias, en el Líbano.
El Papa Juan Pablo II y el Catholicós Aram I se alegran de su encuentro en el marco de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que recuerda la urgencia de la comunión plena entre los cristianos, con vistas al cumplimiento de su misión esencial que consiste, ante todo, en dar testimonio de Cristo, muerto y resucitado por la salvación de la humanidad. Durante dos milenios, la unidad de la fe en Jesucristo, don de Dios, se mantuvo en lo esencial, a pesar de las controversias cristológicas y eclesiológicas que, frecuentemente, tuvieron su origen en factores de orden histórico, político o sociocultural. Esta comunión de fe, ya afirmada durante los últimos decenios por sus predecesores con ocasión de sus encuentros, ha sido reafirmada recientemente, de modo solemne, durante el encuentro de Su Santidad Juan Pablo II con Su Santidad el Catholicós Karekin I. Hoy, del mismo modo, el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y el Catholicós de Cilicia oran para que progrese la comunión en la fe en Jesucristo, gracias a la sangre de los mártires y a la fidelidad de los padres al Evangelio y a la Tradición apostólica, que se manifiesta en la rica diversidad de sus respectivas tradiciones eclesiales. Esta comunidad de fe debe traducirse concretamente en la vida de los fieles y debe guiarnos hacia la comunión plena.
Los dos jefes espirituales destacan, por tanto, la importancia vital del diálogo sincero en los campos teológico y pastoral, así como en otras dimensiones de la vida y del testimonio de los fieles. Las relaciones ya existentes constituyen una experiencia que favorece la colaboración directa y fructuosa entre ellos. Sus Santidades tienen la firme convicción de que, durante este siglo, en el que las comunidades cristianas se han comprometido más profundamente en el diálogo ecuménico, un acercamiento serio, sostenido por el respeto y la comprensión mutuos, constituye el único camino sólido y confiable que puede llevar a la plena comunión.
La Iglesia católica y el Catholicosado de Cilicia tienen también ante ellos un campo inmenso de cooperación constructiva. El mundo actual, debido a las ideologías que se expresan mediante valores materialistas y a los estragos de la injusticia y la violencia, representa un verdadero peligro para la integridad y la identidad de la fe cristiana. Hoy más que nunca la Iglesia de Cristo, por su fidelidad al Evangelio, debe llevar al mundo un mensaje de esperanza y caridad, y convertirse en mensajera ardiente de los valores evangélicos. También hay que impulsar una colaboración activa en los campos del estudio y la enseñanza de la teología, la educación religiosa, la evaluación de las situaciones pastorales donde es posible trabajar en común, y la promoción de los valores éticos; de igual modo, tenemos que tratar de afrontar juntos diversos problemas relativos a la misión y al compromiso pastoral y espiritual para la renovación de la vida cristiana y la transformación de la sociedad. El Papa y el Catholicós exhortan a su clero y a sus fieles a tomar parte activa en estos esfuerzos, que deben concretarse y organizarse en todos los niveles, especialmente a nivel local, donde los fieles se enfrentan juntos a situaciones difíciles. La fe cristiana también puede colaborar más eficazmente para promover la dignidad y los derechos de todo ser humano, así como el derecho de todos los pueblos a ver reconocidas sus aspiraciones legítimas y su identidad cultural.
La Iglesia armenia afronta hoy condiciones de vida y desafíos que la invitan a hacer más eficaz su testimonio en Armenia, en Nagorni Karabaj y en la diáspora. Los fieles de esta Iglesia, dispersos por el mundo, viven en ámbitos donde el diálogo es indispensable para su vida y su testimonio. En las sociedades pluralistas de hoy, caracterizadas por intercambios, donde culturas, religiones y civilizaciones están en relación e interacción permanentes, las Iglesias tienen la vocación de ser promotoras del diálogo. El ambiente de Oriente Medio presenta una fuente de enriquecimiento mutuo y de testimonio común para los cristianos que, con sus compatriotas musulmanes, tienen en gran medida la misma historia, los mismos problemas socioeconómicos y el mismo destino político. Por otra parte, las Iglesias están convencidas de la importancia del diálogo con los musulmanes, y esto forma parte de las tareas para las cuales es oportuno que se pongan de acuerdo entre sí. Además, en este marco el diálogo no es sólo intelectual y teórico, sino que también aborda concretamente los aspectos de la existencia diaria.
En Oriente Medio la presencia activa y el testimonio dinámico de los cristianos revisten una importancia particular, porque todos están comprometidos en la lucha por la justicia y la paz. Por tanto, es indispensable dar un nuevo impulso a la misión espiritual y social de las Iglesias, en los países de Oriente Medio, donde aparecen como prioridades la instauración de una paz justa, global y duradera, y la solución equitativa y satisfactoria del problema de la ciudad santa de Jerusalén.
El Líbano, donde la Iglesia católica y el Catholicosado de Cilicia tienen una presencia histórica y tangible, es un marco particular en el cual se realiza su misión. Los esfuerzos de los libaneses en favor de la reconciliación y la reconstrucción de su país no deben marginar los valores morales y religiosos, que constituyen la identidad de la gran familia libanesa. Han de contribuir también a que este país reencuentre plenamente su identidad, que incluye la libertad y el pluralismo, su unidad, su soberanía y su vocación específica en la región y en el mundo.
En este tramo final del segundo milenio cristiano y en la cercanía del decimoséptimo centenario de la Iglesia armenia, Su Santidad el Papa Juan Pablo II y Su Santidad Aram I dan gracias y glorifican a la santísima Trinidad, que otorga la fuerza espiritual para permanecer firmemente arraigados en los imperativos de la fe apostólica y de la misión pastoral. Exhortan a su clero y a sus fieles a trabajar ardientemente con vistas al amor, la reconciliación, la justicia y la paz, que exige el Evangelio, a la espera de la venida del reino de Dios.
Roma, 25 de enero de 1997
[https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1997/january/documents/hf_jp-ii_spe_19970125_declaration-jp-ii-aram-i.html]