Declaración de la Consulta de Notre Dame

 

29 de marzo 2019

 

 

Quiénes somos y por qué estamos aquí

En un mundo quebrantado, dividido y de contiendas, nosotras y nosotros, representantes de las comuniones mundiales Anglicana, Católica, Luterana, Metodista y Reformada, nos reunimos en la Universidad de Notre Dame, Indiana, Estados Unidos, del 26 al 28 de marzo (2019), impulsadas/os por la urgencia común de presentar el mensaje de la gracia y la esperanza liberadoras de Dios para este mundo. Estamos convencidas y convencidos del poder del evangelio de Jesucristo para transformarnos y transformar el mundo, y estamos comprometidos y comprometidas para dar testimonio conjunto en forma más efectiva de la salvación que nos es dada en Cristo (Romanos 1:16).

Creemos que el Espíritu Santo nos congregó tras nuestro acuerdo sobre la doctrina de la justificación, expresado en la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (DCDJ) en la que se afirma que “Confesamos unánimes: Solamente por la gracia y por la fe que tenemos en la obra salvadora de Cristo, y no debido nuestros méritos, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo, que renueva nuestros corazones y nos capacita e impulsa a las buenas obras” (párrafo 15). Este enfoque trinitario es importante para que comprendamos plenamente la justificación y la santificación.

Nuestras comuniones son testimonio que con la DCDJ estamos superando controversias centenarias. Ahora somos cinco comuniones mundiales que adhieren juntas a dicha declaración y nos alegramos de las formas nuevas y

 

frescas en que podemos trabajar con vigor y confianza, realizando una comunión más profunda en camino hacia la plena unidad visible de la Iglesia y que manifieste el crecimiento de la comunión que ya hemos experimentado.

 

Lo que firmamos conjuntamente

Con un profundo sentido de lo que tenemos en común, en este tiempo que hemos compartido:

  • Reafirmamos los acuerdos fundamentales de la doctrina de la justificación tal como expresados en la DCDJ, enfatizando que el mensaje de la gracia de Dios es poderoso y urgentemente necesario en nuestros tiempos. Nos comprometemos a comunicar este mensaje a las personas de hoy en formas significativas y relevantes a través de nuestro testimonio y servicio común.
  • Afirmamos que la justificación exige la santificación, es decir, una santidad de la vida que es a la vez personal y social, y promueve un compromiso común de resistir y superar las injusticias en la sociedad, conduciendo hacia una vida con justicia en el mundo que reconoce y defiende la dignidad humana y la integridad de todo lo que Dios ha creado.
  • Nuestro discernimiento nos lleva a afirmar que el Espíritu Santo utiliza nuestros respectivos ministerios, el culto y la vida eclesial, para que el Espíritu Santo produzca su fruto, fe, esperanza y amor.
  • Afirmamos que todas nuestras actividades deberán guiarse por el primer imperativo de la publicación Del conflicto a la comunión (Lund 2016): Debemos “comenzar siempre desde la perspectiva de la unidad y no desde el punto de vista de la división, para de este modo fortalecer lo que mantienen en común, aunque las diferencias sean más fáciles de ver y experimentar.” Seguiremos examinando cómo se aborda el imperativo de Lund en los programas de nuestras iglesias y nuestro compromiso ecuménico. Nos alegramos de haber recibido perspectivas nuevas para vernos los unos a los otros, y para recibir una nueva dinámica de interrelación que nos ayuda a encontrar frutos hasta ahora desconocidos en lo que ha sido realizado anteriormente. Esto nos permitirá abordar de forma más amplia las varias cuestiones que requieren más aclaración, tal como indicado en la DCDJ.

Constatamos que el método del consenso diferenciado ha demostrado ser un medio fructífero para superar controversias, al identificar la sustancia común

 

y distinguirla de sus distintas expresiones confesionales. Por lo tanto, este tipo de consenso abarca tanto los acuerdos como las diferencias. Se trata de una forma creativa de abordar las complejidades pasadas, presentes y futuras, manteniendo juntas las distintas perspectivas sin reducirlas a una sola. Estamos convencidos que deberíamos aplicar este método a otras controversias, no solo en las iglesias y entre ellas, sino también en conflictos de la sociedad en su conjunto.

Nos percatamos que el ecumenismo avanza a distintos niveles que están interrelacionados entre sí. En algunos casos, el ecumenismo local es vivaz y es capaz de inspirar la reflexión teológica; en otros casos, la reflexión cuestiona prácticas eclesiales y promueve cambios.

 

Lo que queremos hacer conjuntamente

Nuestras iglesias se enfrentan a dificultades similares para comunicar el significado de la justificación en la sociedad actual en formas que salgan al encuentro de las experiencias y necesidades del mundo. Nos convoca el imperativo de proclamar la Buena Nueva de la salvación a través de la compasión y la labor en promoción de la justicia.

Pero este mensaje no ha alcanzado a toda la humanidad ni la ha involucrado en su totalidad. Estamos ante el desafío de dar testimonio de la gracia liberadora de Dios en formas que susciten y transmitan la esperanza y la gracia del evangelio.

Proclamar la gracia de Dios en nuestra época requiere conectar los distintos horizontes de la justificación de los tiempos bíblicos con las perspectivas contemporáneas. El lenguaje de nuestras tradiciones sobre el ser humano ante Dios, gracia y pecado, perdón y rectitud, debe cobrar vida para la gente de hoy. Dicha labor requiere un meticuloso estudio ecuménico a todo nivel: local, regional y mundial. Además de tender puentes, esta labor redunda en una proclamación fresca. El mundo necesita el mensaje de la gracia liberadora de Dios. En una época de individualismo y mercantilización, queremos unirnos para ofrecer el mensaje que la salvación de Dios, los seres humanos y la creación no se venden.

Trabajaremos para reforzar nuestro testimonio del vínculo común del bautismo que compartimos. En donde aún no existen, nos proponemos trabajar conjuntamente para producir recursos adecuados para las celebraciones del bautismo y la renovación de los votos bautismales. Igualmente, las liturgias para celebrar la justificación y nuestro bautismo común en torno al 31 de octubre, víspera de Todos los Santos, deberían ofrecerse más ampliamente. Además, identificaremos temas comunes para la edificación espiritual y la reflexión ecuménica para cada año.

Con todo ello, queremos hacer más visible nuestro testimonio común en el culto y el servicio, en nuestro camino común hacia la unidad visible, caminando juntos, orando juntos y trabajando juntos. En esta nueva realidad de nuestra vida común examinaremos la aplicación del Principio de Lund de 1952, según el cual, “las iglesias deben actuar juntas en todos los asuntos, excepto en aquellos en los cuales profundas diferencias de convicción las obligan a actuar separadas”, principio que todas nosotras/os hemos afirmado.

 

Próximos pasos

Estableceremos un comité directivo que mantenga el impulso generado por nuestra reunión mediante la promoción y la supervisión del proceso de desarrollo de las relaciones entre quienes adherimos a la DCDJ. Dicho comité estará compuesto por al menos dos personas de cada comunión mundial y se reunirá una vez por año durante la Conferencia de Secretarios de las Comuniones Cristianas Mundiales.

Tras las afirmaciones hechas, proponemos un foro de seguimiento para examinar el progreso después de otros tres años.

Proponemos crear una serie de herramientas y recursos de catequesis – en varias formas escritas y visuales, incluyendo una página web común – para que sean utilizadas en todos los aspectos de la vida de la iglesia y la educación teológica.

 

Conclusión

Damos gracias a Dios por la oportunidad de experimentar esta nueva forma de hermandad entre nuestras cinco comuniones. Agradecemos la generosa hospitalidad ofrecida por la Universidad de Notre Dame que nos permitió avanzar conjuntamente por nuestro camino, inspiradas e inspirados, vigorizadas y vigorizados, para volver a proclamar la Buena Nueva de la gracia liberadora de Dios.

Que el Espíritu Santo lleve a término el trabajo comenzado entre nosotros.

 

[Declaración Conjunta sobre la Doctrina Justificación, Federación Luterana Mundial e Iglesia Católica, Edición del 20° aniversario, pp. 59-62]